sábado, 19 de junio de 2010

VEINTIUNO

Oigo sus palabras pero no me puedo concentrar en escucharlas. Tampoco es importante. Realmente estamos al día de todo. El teléfono es un invento, no. El teléfono era un invento hasta que un listillo inventó la videollamada.




Piensa que me voy a creer que viene hasta aquí en horario de oficina y entra a saludarme porque necesita unos marcos para su despacho.



Tantos años juntos, y todavía no me conoces. Lo cual, no me viene mal. Como piensa que soy tonta, no disimula. Como piensa que soy tonta, me da información. Como piensa que soy tonta, me pasa una pensión de mierda. No, eso no. Eso no es bueno. Lo último.



Javier, nunca te preocupaste de conocerme.



Se va.



Sonriendo, me despido.



No pienso.



Corro al cristal de la ventana y veo que es peor de lo que esperaba. No sólo estoy ojerosa, con bolsas, sin maquillar, el pelo que parece lana, los ojos como un panda (producto de un defectuoso desmaquillaje nocturno) sino que tengo un chupetón en el cuello. En el lado izquierdo. Y yo, hace dos minutos, estaba torciendo la cabeza, intentando dar mi mejor cara, … a contraluz, con esa marca … iluminada como con un foco.



No

Puede

Ser

Verdad.