Lloro. Lloro con hipo. Alrededor de quince minutos.
Acabo calmándome y saco un kleenex del cajón superior de mi mesa.
Debo ser más indulgente conmigo misma.
Y llega la indulgencia y tampoco sirve.
No me encuentro mal por culpa. No he llorado por la impresión que puedo haber dado a Javier, que realmente, me importa poco, … si dejamos la vanidad en el bolso. Lloro porque estoy vacía. La cita de ayer, sin cristal ni hielo en medio, no tiene ninguna gracia.
¿Qué hice?