sábado, 19 de junio de 2010

VEINTIDOS

Lloro. Lloro con hipo. Alrededor de quince minutos.




Acabo calmándome y saco un kleenex del cajón superior de mi mesa.



Debo ser más indulgente conmigo misma.



Y llega la indulgencia y tampoco sirve.



No me encuentro mal por culpa. No he llorado por la impresión que puedo haber dado a Javier, que realmente, me importa poco, … si dejamos la vanidad en el bolso. Lloro porque estoy vacía. La cita de ayer, sin cristal ni hielo en medio, no tiene ninguna gracia.



¿Qué hice?