martes, 28 de diciembre de 2010

TREINTA Y DOS

- Sasa, donde están Mis Tenacillas????????!!!!!!!!!!!!!!!


- En mi cuaaaaaaaaaarto.

La voz ha salido de la cocina.



- Tráemelas, por favor.



Respira. Lento. Hoy no te enfades, …



Hemos quedado en un restaurant nuevo que ha descubierto Lola (bien, otro síntoma de recuperación) y cenamos las cuatro, solas. Akelarre. Por fin. Sin niños, viernes.

Respira, seguro que viene … Sí, tarda, pero aguanta …



- Sasa, que HACES???????????!!!!!!!

- Ah!!! Voy, es que buscándolas he visto …



La voz se pierde en mi cabeza y mi hija aparece por la puerta del cuarto de baño. Me mira y parece que aprueba lo que ve. Normalmente critica sin piedad si piensa que enseño demasiado.



Cuando sale, desabrocho un botón más de la camisa blanca y me ajusto mejor los vaqueros.

TREINTA Y UNO

- Háblame de Lola. Llevo tres días intentando ir a verla pero salgo agotada de trabajar. Y eso que me escaqueo de las historias nocturnas … Mañana no me puedo escapar, es trabajo, me toca la fiesta de la revista.


- Lola está bien. La llamé ayer.

- ¿Qué pasa entonces? Porque pasa algo …

Y empiezo a contarle que Pau no es Pau, pero sigue siendo Pau, y todas esas frases que sólo entienden los que te conocen muy bien ...



- Siempre me ha parecido un capullo, un déspota, un trepa, un creído y le caemos fatal.

Después de la sentencia de Olivia, reímos con fondo de preocupación. Ninguna de las dos sabemos como afrontar una crisis en Pau, si es que llega. No somos capaces de imaginarla desaliñada (como a Lola) ni llorando días y días (como yo) ni cantando canciones románticas a gritos (como Oli)



- Espero que no sea nada. Me preocupó verla perder su control habitual. Quería hablar sin decir nada, sin que trascendiese … Cómo cuando consultas a un médico diciendo “mi amiga …”

Llegan los niños, peinados y en pijama, recién bañados y terminada su cena. Nos asaltan en el sofá oliendo a colonia. No seguimos hablando, ya no hace falta, por hoy.

TREINTA

Como dije, ha sido otro día. Hoy, un buen día. Quizá deberíamos creer en que la voluntad y ser positivos atrae energía idem.




Salgo del garaje y voy a casa de Oli. Vive muy cerca de mi casa y eso nos da seguridad y libertad. En una ciudad grande, donde todo está previsto y apuntado en una agenda, vivir tan cerca las cuatro nos da también la posibilidad de improvisar. Con Lola, no siempre ha sido así, ella va y viene. Ahora está de okupa en un piso de sus padres a unas cuantas manzanas de mi casa. Pau se mudó un par de veces, acabando finalmente en la zona más moderna del mismo barrio donde crecimos. Oli y yo, llevamos toda la vida en el mismo kilómetro cuadrado.



Me abre la puerta El Suizo, que sigue igual de guapo que hace cinco días. Oli viene corriendo con un niño en brazos, que casi abulta ya más que ella, y se lo pasa a su marido que sé que se hará cargo de ellos y nos dejará hablar tranquilas.



No sólo eso, cuando estamos empezando a entrar en materia, dejamos las banalidades y Olivia me pregunta por Lola, aparece este Hombre-Santo con una bandeja, sus dientes perfectos y un par de cervezas heladas.



- Te odio, es perfecto. ¿Cómo lo supiste?

- Lo supo él. Ya sabes la historia.

Es verdad. Se conocieron cuando él vino a España a estudiar el último año de carrera. Olivia pasaba totalmente de los hombres. Se hizo su íntimo amigo, nos aguantó a todas con nuestras gracias durante casi un año, iba a todas partes con las cuatro, se ganó a nuestros amigos/compañeros/hermanos/padres … y cuando ya se terminaba el tiempo y debía volver … Olivia se encontró con él, una mañana, en su portal, cuando bajaba a la calle con sus padres, totalmente borracho. Los padres de Oli, pasaron sin mirar y nunca han mencionado el tema. Les dejaron hablando. Desde entonces, no se han separado más de dos semanas.