martes, 28 de diciembre de 2010

TREINTA Y UNO

- Háblame de Lola. Llevo tres días intentando ir a verla pero salgo agotada de trabajar. Y eso que me escaqueo de las historias nocturnas … Mañana no me puedo escapar, es trabajo, me toca la fiesta de la revista.


- Lola está bien. La llamé ayer.

- ¿Qué pasa entonces? Porque pasa algo …

Y empiezo a contarle que Pau no es Pau, pero sigue siendo Pau, y todas esas frases que sólo entienden los que te conocen muy bien ...



- Siempre me ha parecido un capullo, un déspota, un trepa, un creído y le caemos fatal.

Después de la sentencia de Olivia, reímos con fondo de preocupación. Ninguna de las dos sabemos como afrontar una crisis en Pau, si es que llega. No somos capaces de imaginarla desaliñada (como a Lola) ni llorando días y días (como yo) ni cantando canciones románticas a gritos (como Oli)



- Espero que no sea nada. Me preocupó verla perder su control habitual. Quería hablar sin decir nada, sin que trascendiese … Cómo cuando consultas a un médico diciendo “mi amiga …”

Llegan los niños, peinados y en pijama, recién bañados y terminada su cena. Nos asaltan en el sofá oliendo a colonia. No seguimos hablando, ya no hace falta, por hoy.