domingo, 29 de noviembre de 2009

Siete

Cuando llego a la cocina para prepararme el “desayuno” (un café con poca leche), encuentro a Sasa esperándome con una taza, mi taza, en la mano.


En casa, a esta hora, cada uno va a la suya. Nadie se ocupa de los demás. Es un orden caótico, pero un orden. Un extraño engranaje de mochilas, carpetas, pantalones y migas, que funciona.

Por eso me sorprende su sonrisa sobre mi taza, que además, contiene mi café, … Me doy un beso en mi pelo que en ese momento también aplasta su mejilla mientras murmuro:

-Asias, nos días.

- Buenos días, Mamá.

Y cuando he ido hasta el salón, he puesto las noticias en la tele y he bebido media taza, me pregunta:

-¿Ya puedo hablarte?

Rio y me acomodo en el sofá, esperando escuchar una lista de amigos que están emocionadísimos por ir a nosedonde a ver noseque y una lista de padres que solo lo permitirán si van acompañados por un adulto responsable, …

Pero no. Está seria y contenta a la vez. Ups. Tarda horas en empezar a hablar.

Ok, no son horas, pero me lo parecen.

Segundos, varios, seguro que si.

Me ha dado tiempo a imaginarme todo tipo de circunstancias horrorosas (una boda a los 16, que deja los estudios y se dedica a la música, que ha sentido la llamada de la vocación e ingresa en un convento, …) y la cara que me pondría el mamón de su padre cuando se las contase.

Por fin, empieza a hablar:

-Hay un programa de intercambio en el colegio, ya lo sabes!!! Otros años no te he dicho nada porque no hubiera podido alejarme de Alex pero este año … Me he apuntado!!!!!! Te parece bien??? Dime que sí, dime que sí!!!! Me vendrá bien estar sola fuera. Tú lo hacías a mi edad. Y cuando eras mucho más pequeña que yo!!!!!!!!! Además, voy con mis compañeros del colegio.

-Por supuesto, Sasa. Me parece fenomenal. ¿Era sólo eso? –Pregunto aliviada sosteniéndome las rodillas, que aun me tiemblan. Alex no me caía mal.