domingo, 29 de noviembre de 2009

Ocho

Camino rapidamente por el portal. Siempre se me hace tarde. Y no puedo culpar al tráfico como hacen los demás, no cuela. No sé si para bien o para mal (pero sospecho que para fatal) mi jefe es mi exsuegro, abuelo de los angelitos que me ponen cara rara cuando les digo que no me puedo entretener porque llegaría tarde al trabajo.


-Le dices al abuelo que has tenido que coser mis pantalones de gimnasia.

-Mamá, pero si es el abuelo!!! Dile que has tenido que firmarme la autorización para la excursión.

Y no acaba ahí la cosa. Que mis hijos vean a su abuelo como el chollojefe, es normal, pero que todo el mundo piense que mi trabajo es un entretenimiento, no. Eso no.

Y como iba diciendo, sabe perfectamente que si llego tarde, es porque salgo tarde, ya que vivo encima de la galería, en el piso que nos cedió a su hijo y a mi cuando nos casamos. Lo cual también hace que sea yo la que debe ocuparse de cualquier imprevisto, a cualquier hora:

-Matilde, abres tú el martes a las 6,00 (am) para que descargue el camión .

-¿Matilde, no oyes que está sonando la alarma? Nos ha llamado la empresa de seguridad -No, no lo oigo porque NO ESTOY EN CASA y sí, SÍ, YA VOY-.

Y eso no es lo que más me molesta. Con lo que no puedo es con la falta de importancia que se da a cualquier cosa que tenga que ver con mi trabajo. Odio la coletilla que sigue a la petición: Ya que estás ahí, no te cuesta nada.



Pues sí que me cuesta.

Si tengo que poner el despertador a las 5, 15 de la madrugada y bajar a la calle a esperar a que llegue una colección, no estoy en la cama. Y no es lo mismo.

Si tengo que salir de un restaurant nada más haber empezado el primer plato, tomar un taxi, apagar una alarma, hablar con la voz que sale del techo y repetir palabras sin sentido y números clave, y volver al restaurant … No es lo mismo.

Creo que es una treta de los pidefavores para no deber nada a nadie. Y estoy harta.

Vaya. Ya llego enfadada a trabajar.