martes, 13 de julio de 2010

VEINTISIETE

Ya me he desvelado.




¿Qué le pasa a Pau? A ella no puedo preguntarle. La conozco. Se cierra. Hasta que no ha tomado el control, no cuenta nada. Verbalizar es hacerlo más real, y es tener que preocuparse por los que lo sabemos. Tener que responder a preguntas, aunque sólo las hagamos con los ojos. Nunca la había visto así. Con Lola es distinto. Sé su proceso, en que fase se encuentra, ya es algo conocido. Y cuando algo ocurre, lo hace público. Olivia nunca ha pasado por etapas así. Sí ha tenido, tuvo, desengaños y miniproblemas. Miniproblemas que a los dieciséis son gigantescos, nada importante. Supongo que habrá días conflictivos y sé que más que en su casa, en su trabajo. Pero aquello que ocurría en la adolescencia hizo que viera su forma de afrontar, mejor dicho en el caso de Oli, su forma de saltarse los problemas. Un día malo, a lo sumo. La mayoría de las veces, unas horas. Solución rápida o aceptación, y vuelta a su sonrisa. Ahora, veo que hay días que está quemada. En la Agencia de Comunicación donde trabaja la quieren y valoran, pero es un blanco fácil. Rodeada de gente mucho más joven que nosotras, en su mayoría, modernillos de vida social/pseudocultural muy activa, es la falsa ingenua de la oficina. Dos hijos, marido perfecto, estilo clásico, nutrida cuenta bancaria … Se quedan ahí, o no. Pero se valen de eso para vacilarla. La mayor parte del tiempo, ríe, se lo pasa genial, tiene muy “buen rollo” y hace de madre de todos.



Pau es distinta. Lo tiene que arreglar ella sola. Está mal. Lo sé. Y lo peor es no poder hacer NADA.